Beauregard, Bouffard y Duclos (2005), definen la autoestima del siguiente modo:
“La autoestima es una representación afectiva que nos hacemos de nosotros mismos. Es un juicio positivo con nosotros referido a nuestras cualidades y habilidades. Es también la capacidad de conservar en la memoria estas representaciones positivas para utilizarlas haciendo frente a los desafíos, superando las dificultades y viviendo en la esperanza.”
Por otro lado (según Branden, 1994):
“(…) la importancia de la autoestima reside en que impacta en cada aspecto de la vida: desde la forma en que una persona actúa en el ámbito escolar o laboral, como en la manera en que se relaciona con los demás, en las metas que puede alcanzar, en la elección de su pareja, en la forma en que se relaciona con dicha pareja, con sus hijos, amigos, pero sobre todo, en el nivel de felicidad personal que se experimente.”
Feixas, Muñoz, Compañ y Montesano, 2016:
“En el Modelo Sistémico las problemáticas del paciente son vistas como síntomas del patrón comunicacional y de la dinámica familiar, es decir, como una característica del sistema, y no como una característica única y propia del individuo (…)”